Los aros magnéticos para amplificar el sonido, la información visual y otras soluciones tecnológicas ayudan a las personas con audición reducida. Pero aún no están al alcance de muchos de los que los necesitan.
No es fácil transitar ni habitar una ciudad para quien vive con hipoacusia. Una discapacidad que no se nota a simple vista pero que obliga a lidiar diariamente con obstáculos para dialogar, aprender y trasladarse.
Los aros magnéticos para amplificar el sonido, la información visual y la tecnología FM (que transmite la voz de quien habla al audífono) son algunas soluciones que, aunque no devuelven la audición, ayudan mucho. Sin embargo, aún no están al alcance de muchos hipoacúsicos.
Un ejemplo son los teatros y cines: por ley, deberían tener un sistema que permita la audición sin interferencias para personas con audición reducida. Pero “los complejos lo están implementando muy de a poco”, admite Sergio Placeres, de la Comisión para la Plena Participación e Inclusión de las Personas con Discapacidad (COPIDIS) del Gobierno porteño. El plazo para adaptar las instalaciones establecido por esta ley (la 1.870 de la Legislatura) era de 18 meses: hace más de nueve años que se promulgó.
Para compensar en parte esta deficiencia, la Mutualidad Argentina de Hipoacúsicos (MAH) donó 26 aros como parte de su programa “Sin barreras”, que fueron instalados en teatros, museos y templos religiosos porteños, entre otros. Por su parte, el Planetario ofrece un espectáculo astronómico adaptado a personas sordas e hipoacúsicas.
Y en algunas oficinas del Estado, el panorama es más alentador: “La Ciudad incorporó aros magnéticos en más de 40 espacios, entre ellos escuelas especiales y algunos CGP, y hay intención desde las comunas de llevarlos a salas para matrimonio”, destaca Placeres. “De todas formas, sigue siendo insuficiente”, admiten desde la MAH.
Otra materia pendiente son los espacios educativos: “En general, las escuelas y universidades no cuentan con espacios accesibles”, señala la MAH. Algo que también concede Placeres: “Como la ley no hace obligatorios los aros magnéticos en escuelas, su instalación surge a demanda de las instituciones, que en general son colegios especiales”.
Lo que sí dispone la ley (la 962 de 2001) es la implementación de sistemas de sonorización asistida “en salones de actos donde es prioritaria la buena recepción de mensajes sonoros” en escuelas de más de 400 alumnos, una meta lejana en instituciones educativas no especiales.
Otro problema es que algunas universidades dan clases en instalaciones refaccionadas que no fueron pensadas originalmente para ser aulas y que, por lo tanto, no están preparadas acústicamente ni siquiera para quienes no tienen audición reducida. En estos casos, los aros magnéticos no ayudan ya que, “si se instalan en espacios limitados contiguos, como aulas, harían interferencia entre ellos”, resaltan desde la MAH.
Además, estos aros no funcionan para todos. Para aprovecharlos, “se deben usar audífonos con bobina inductiva, componente con el que los modelos más pequeños no cuentan”, explica María Florencia Muiño, fonoaudióloga del fabricante Widex.
Lo que suele utilizarse para chicos hipoacúsicos en edad escolar es el Sistema FM: se coloca un micrófono transmisor cerca de la boca del docente y un receptor en el audífono del estudiante. Pero, como aclara la MAH, “las escuelas en general no cuentan con esta tecnología: son los alumnos los que adquieren su propio Sistema FM”.
Una alternativa sería que “las escuelas o universidades hicieran sentar a los hipoacúsicos adelante, para que escucháramos mejor”, propone Maximiliano Espósito (31), quien vive desde hace años con audición reducida.
Otro punto central tiene que ver menos con la tecnología y más con la capacitación del personal: “La gente que atiende a hipoacúsicos debería preguntarnos si entendimos lo que dijeron”, remarca Espósito. El aprendizaje de interpretación en lengua de señas para incluir a personas sordas que no usan audífonos es otra clave.
En el transporte también hay inconvenientes: “Cuando dan avisos importantes porque se rompió un tren o hay un retraso, tendría que haber un sistema para comunicar por monitores lo que se dice por los parlantes, porque el mensaje sonoro no se entiende en lo más mínimo”, recalca Guido Pellegrini (27), quien a los tres años perdió gran parte de su audición. “Lo mismo pasa en las guardias de varios hospitales”, agrega.
Sin embargo, en este sector se registran algunos avances: “De a poco toda la información va tendiendo a lo visual. En varias estaciones de trenes ya se cuenta con paneles digitales, y algunos centros de salud tienen pantallas donde se informa el número de turno y el consultorio al cual dirigirse, aunque aún falta mucho por hacer”, reconoce la MAH.
Como se ve, la tecnología existe, pero todavía falta mayor nivel de conciencia y de implementación, para que espacios mejor adaptados y más inclusivos sean la regla y no una excepción.
Cómo funciona un aro magnético
Un aro magnético es un amplificador adaptado para entregar su señal de salida a un cable que se instala en el perímetro de una sala. Eso genera un campo magnético que es recogido por la bobina inductiva de un audífono o un implante coclear, cuando estos se colocan en la posición “T”. El uso de este tipo de amplificador permite una transmisión directa del sonido sin los efectos de la distancia, la reverberación o el ruido de fondo. La presencia de aro magnético en el lugar se indica con la placa indicativa de la foto.
Entender las películas, una hazaña
Con el doblaje cada vez más extendido en las salas de cine, incluso a veces como única opción a la hora de ver películas en otro idioma, el panorama se complica para los hipoacúsicos. Una falencia que ya existe en la proyección de films en español que, excepto durante el Ciclo de Cine Argentino Subtitulado organizado por la Mutualidad Argentina de Hipoacúsicos (que en general no exhibe estrenos), no se resuelve. “Podría haber más proyecciones con subtítulos, que aparecieran abajo de la pantalla y no sobre ella, como los que se usan en eventos y festivales como el BAFICI”, sugiere Maximiliano Espósito, quien vive con hipoacusia desde hace años.